Oigo sus pasos y los sigo sin cuestión
sin pensar a dónde me dirigen
creo incluso oír su respiración agitada
y me vuelvo
entonces se inicia la tormenta
que ioniza el espacio
ciega mi voz y seca mi aliento
acelera el ritmo de mi verso
hasta inundar lo que cabe en mis resquicios
y dejarme desarmada y agotada
sin fuerza para volver a comenzar
a avanzar y saltar precipicios
y me vuelvo
pero he dejado de oír.
Me hiere el silencio y el vacío
del comienzo de otro día.
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